La cultura popular e incluso el diccionario han terminado por
identificar a los buitres como animales oscuros y aprovechados, a menudo
relacionados con la muerte.
Esa mala fama es del todo inmerecida. El buitre es el auténtico sanador de la naturaleza.
Situados en la cúspide de la cadena trófica, eliminan con su dieta
necrófaga la amenaza de enfermedades que surgen durante la putrefacción
de los cadáveres. Son, por tanto, esenciales para mantener la salud del
entorno y la nuestra. Sin ellos, las patologías podrían llegar incluso a las fuentes de agua y afectar a multitud de seres vivos. Son
además grandes aliados de los ganaderos, no sólo por limpiar el campo,
sino porque evitan el tratamiento e incineración de miles de toneladas
de restos animales cada año.

En la Unión Europea, la mayor parte de los buitres –por encima del
80%- se ubican en España, aunque también Portugal e Italia cuentan con
poblaciones. Son, fundamentalmente, buitre negro y buitre leonado, a los
que se unen otras aves necrófagas como el alimoche o el
quebrantahuesos.
En un mundo en el que los buitres viven amenazados, los Gobiernos de
España, Italia y Portugal, así como los responsables de la Unión
Europea, han de velar por la salud de las comunidades de aves necrófagas
que acogen en sus territorios. Y no lo están haciendo: los buitres en
Europa están en peligro por el diclofenaco, un medicamento de uso
veterinario. Es inocuo para el ser humano y para el ganado al que se
administra, pero para estas aves es mortal. De hecho, fue el causante de
la práctica extinción de los buitres en Asia.
Hay alternativas al diclofenaco, seguras para los buitres y
de similar coste para el ganadero. Prohibir este fármaco en la Unión
Europea es una cuestión de sentido común. Y es posible.
No seamos buitres con los buitres
Informacón extraída de Seoactua.org
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