La crisis ha devuelto a los resineros a los bosques. La extracción de los pinos, abandonada durante décadas, ha completado su mejor campaña en 30 años.
Siempre pensé que si volvía la resina es que las cosas estaban
realmente mal... Y
ha vuelto”. Blas Andrés pasea entre los pinos
resineros que rodean el pueblo de Tardelcuende (Soria). Hace unas
semanas, este ingeniero de montes terminó su primera temporada resinando
y ahora realiza el censo para el próximo curso, que comenzará en
primavera. “El monte ya no es como antes, que no lo trabajaba nadie.
Ahora puedes ver obreros, arquitectos e ingenieros resinando”.
El paro y la crisis, la enorme cantidad de pinos resineros
abandonados en España y la creciente demanda mundial de resina han
creado una mezcla perfecta para relanzar un sector que tocó techo en los
años sesenta. El resultado es que la resina ha multiplicado su
producción en tres años: de 2.000 toneladas en 2010 a unas 9.000 en
2013, según las primeras estimaciones del Centro de Servicios y
Promoción Forestal de Castilla y León. Y para 2014 el sector aspira
llegar a 15.000 toneladas. Sigue lejos de las 55.000 que se extraían de
los pinos en los años sesenta, antes de la emigración masiva a la
ciudad, pero las perspectivas son que siga creciendo a buen ritmo unos
años más.
Francisco Revilla es un ingeniero industrial que trabajaba en
Alemania en el sector ferroviario. Conocía bien a Luis Martínez de San
Vicente, propietario de la multinacional de la cosmética Cemsa. “La
resina se usa para producir aguarrás o colofonia, que sirve para ceras
depilatorias y otros cosméticos. Vimos que el precio de la resina estaba
muy alto y la producción era muy volátil. Invertimos en una planta en
Segovia para garantizar el abastecimiento”, cuenta mientras picotea algo
y atiende las incesantes llamadas a su móvil.
En octubre de 2010 nace Resinas Naturales, una empresa que invirtió
tres millones de euros en su planta de transformación de Cuéllar
(Segovia), uno de los núcleos tradicionales resineros. “Los principios
fueron muy duros. Contratamos antiguos resineros para que dieran
formación y negociamos con ayuntamientos y comunidades”. Con un paro del
27%, no faltaron candidatos. En 2011 enrolan a 100 resineros y la firma
produce 1.000 toneladas. Las cifras se duplican en 2012, y 2013 lo
cerró con unas 4.000 toneladas producidas, de las cuales exporta el 70%.
Un crecimiento exponencial que se queda en nada comparado con la planta
que planean con capacidad para tratar 30.000 toneladas, 30 veces más de
lo que producía España antes de la crisis
.
El sector internacional también se ha fijado en este renacer. Hace un
año, la brasileña Resinas de Brasil compró Luresa Resinas (la antigua
La Unión Resinera Española, SA), empresa fundada en 1898 que llegó a ser
uno de los mayores terratenientes del país y por la que pagó unos nueve
millones, según fuentes del sector.
La resina se destila y sirve para producir gran cantidad de productos
químicos. Revilla explica que en el norte de Europa se prefiere la
resina de origen natural antes que usar derivados del petróleo. A eso se
suma otro factor: China hasta ahora copaba la producción, pero la
agresiva extracción llevada a cabo durante años da síntomas de agotar
enormes masas de pinos y su mano de obra ya no es tan barata.
Félix Pinillos, jefe de área de Cesefor, habla con pasión de este
resurgir. “Este sector estaba muerto. En los pueblos, los jóvenes no
querían resinar porque era un trabajo muy duro. Ahora vive un
renacimiento impresionante. Es verdad que están resinando antiguos
obreros de la construcción y que muchos se irán cuando remonte la cosa,
pero estoy convencido de que bastantes pueden decidir ser su jefe y
conseguir un sueldo modesto resinando”.
Los pueblos han tirado de los antiguos resineros como maestros. En
Tardelcuende es Anacleto Casero, un joven de 71 años, el que enseña a
los nuevos resineros los trucos del oficio. Anacleto, que “echó los
dientes en el monte”, muestra cómo se debe limpiar la corteza, colocar
una cuña y un pote que recoja la resina. Cómo se han de cambiar las
caras del árbol que se resinan y cómo cada año se sube el pote. Un pino
puede dar entre tres y cuatro kilos de resina al año (depende de la
zona), que el resinero cobra a un euro cada uno. Hay ayuntamientos que
cobran una cantidad por pino resinado (unos 0,20 euros de media). Eso
implica que alguien que resine 6.000 pinos puede ingresar, antes de
impuestos, casi 20.000 euros en nueve meses, lo que dura la temporada, y
el sector pelea por entrar en el régimen especial agrario. La inversión
no es grande, salgo de material, y hace falta un coche. El coste son
horas y horas de trabajo en el monte y el carburante. Pinillos pide que
no se generen falsas expectativas: “Es un trabajo duro y nadie se va a
hacer rico, pero sí que puede sacar para vivir en un entorno rural”.
La resina ha hecho que muchos montes vuelvan a estar transitados. En
el de Tardelcuende pasa a echar un vistazo a su mata Pablo Pescador, un
soriano de 29 años que lleva dos años resinando tras ir picoteando
trabajos de aquí y de allá: “Físicamente es duro porque solo andar por
el monte cansa, pero me da para vivir”. Blas cuenta que ha llegado a
estar a 18 grados bajo cero en este pinar de Soria y que a esa
temperatura se congela el filtro del gasóleo. Y sin embargo lo prefiere a
los tábanos del verano.
Tardelcuende llegó a tener 94 resineros hace 50 años. En 1998,
Anacleto fue de los últimos en dejar el oficio. El pino está en el
escudo de Tardelcuende, y la antigua destilería, enrobinada a las
afueras, da fe de que la resina fue una industria. La campaña pasada, en
el pueblo hubo 12 resineros —entre ellos solo hay una mujer, la
ingeniera de montes Begoña Galán— y espera que el número suba a 18 en
2014. El alcalde, Ricardo Corredor, cuenta que recibe correos de gente
pidiendo resinar los pinos del pueblo. La oferta no es problema, ya que
Tardelcuende tiene unos 130.000 pinos en montes públicos.
La resina, que resistió acantonada en Segovia, ha saltado a León,
Guadalajara, Extremadura, Andalucía... Pinillos cree que hay margen para
seguir creciendo: “España y Portugal eran líderes mundiales de
producción de resina hace 50 años y ahora hay muchos más pinos que
entonces, queda mano de obra y la demanda va a seguir”. El cambio puede
tener efectos mucho más allá del mercado de la resina. Que haya gente en
el bosque puede implicar menos incendios, aunque a la vez existe el
riesgo de que muchos de los que trabajan desconocen el campo y pueden
cometer algunas imprudencias. Blas cree que primará lo primero: “Si hay
mucha gente que vive del campo, no se quema, y si hay un incendio, se
apaga rápido. Eso se sabe desde hace 150 años”.
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