miércoles, 25 de octubre de 2017

LA LANA, RECUPERANDO UNA TRADICIÓN


La lana es el nombre que recibe la fibra textil obtenida del pelo de algunos animales. La más extendida es la lana de oveja pero también se puede obtener de muchos animales como la cabra, el camello, la alpaca o llamas. El hombre utiliza la lana desde el neolítico como tejido para protegerse del frío. A lo largo del tiempo los animales se han ido seleccionado para conseguir que su pelo sea más largo y más suave.



El pastoreo de rebaños de ovejas ha marcado la historia de muchos pueblos, y ha sido crucial en la historia de España. El comercio de la lana financió la reconquista y también el viaje de Cristóbal Colon a América. España tuvo
el monopolio de la lana hasta que en el siglo XIX se inventó la máquina de vapor y se industrializó la producción de tejido de algodón.

 El tejido de algodón favoreció el declive de la lana como tejido y esto se acentuó con la aparición de las fibras sintéticas. La lana tiene algunos inconvenientes que han hecho que el consumidor opte por otras fibras: si se utiliza agua caliente se encoge, no se puede usar la secadora, tiene tendencia a hacer bolitas sobre el tejido y algunas personas de piel sensible experimentan picores. Sin embargo la lana tiene muchas propiedades que la convierten en un tejido único. De hecho algunas empresas de tejidos técnicos para deporte o montaña están empezando a recuperarla mezclándola con otros tejidos.

Como fibra textil es muy resistente y flexible. Puede estirarse el doble de su tamaño y encogerse tres veces la longitud de la fibra. Además es muy resistente y puede ser doblada 20.000 veces sin romperse mientras que una fibra sintética como el rayón sólo aguanta 75. Esto le confiere unas magníficas propiedades y permite, además de tejerla, obtener otro tipo de tejidos muy resistentes como el fieltro. Es la fibra que tiene más capacidad de absorber agua, hasta un 40%
de su peso.

El agua queda atrapada dentro de la fibra en forma de vapor en un proceso que libera calor. Por eso cuando el tiempo es frío y húmedo la lana nos proporciona sensación de calidez. Pero cuando el tiempo es cálido y seco la lana pierde el agua retenida y para ello utiliza el calor de nuestro cuerpo y nos refresca. Esta capacidad se debe a la forma de las fibras y a su vez la convierte en un potente aislante térmico en el que aire y agua quedan atrapados aislando el cuerpo de la temperatura exterior. Por ello la lana se utiliza como aislante en construcciones sostenibles.

La lana está cubierta por una cera natural, la lanolina, que es hidrófoba e impide que las ovejas se mojen con la lluvia. La transformación de la lana en fibra textil implica la retirada de la mayor parte de la lanolina pero una parte se mantiene si el proceso es artesanal o en la lana ecológica. La lanolina tiene propiedades hidratantes y emolientes y se utiliza en la elaboración de cosméticos aunque es necesario refinarla porque contiene alcoholes que pueden provocar alergias a personas sensibles.

Noticia extraída de El Ecomensajero

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